O departamento de música traballou sobre un texto relativo á segunda esposa de Juan Sebastian Bach no que se pode albiscar como vivía unha muller do seu tempo, primeiro a través dunha falsa autobiografía que tivo moito éxito no seu momento pero tamén lendo datos reais.
Deixámosvos o texto e uns vídeos do do alumnado.
ANNA MAGDALENA WILKE/BACH
La
pequeña crónica de Ana Magdalena Bac (Novela de ficción). Fragmentos para
comentar.
*El libro es un texto anónimo, posiblemente escrito en el siglo XIX. No pertenece pues, a la segunda esposa del compositor, Juan Sebastián Bach, el compositor más grande del Barroco musical y quizá de todos los tiempos, pero ilustra claramente la vida del mismo y el mundo en que se desenvolvió.
“Nuestra familia no cesaba de aumentar y la cuna estaba constantemente ocupada, aunque, ¡ay!, la mano estranguladora de la muerte nos había arrancado de ella a alguno de sus pequeños ocupantes. Hubo tiempos, tengo que confesarlo, en que me parecía cruel llevar hijos en el vientre para perderlos luego y tener que enterrar amor y esperanzas en sus pequeñas tumbas (...). La mayor de mis hijas, Cristina Sofía, no vivió más que hasta la edad de tres años, y también mi segundo hijo, Christian Gottlieb, murió a la más tierna edad. Ernesto Andrés no vivió más que unos pocos días más, y la niña que le siguió, Regina Juana, tampoco había llegado a su quinto cumpleaños cuando dejó este mundo. Cristina Benedicta, que vio la luz un día después que el del Niño de Belén, no pudo resistir el crudo invierno y nos dejó antes de que el nuevo año llegase a su cuarto día (...) Cristina Dorotea no vivió más que un año y un verano, y Juan Augusto no vio la luz más que durante tres días. Así perdimos siete de nuestros trece hijos, (...) bondadosas mujeres de la vecindad trataban de consolarme diciéndome que el destino de todas las madres es traer hijos a este mundo para perderlos luego, y que podía considerarme feliz si llegaba a criar la mitad de los que hubiese dado a luz.”
“No
parecía advertir que yo envejecía, que mis mejillas iban teniendo arrugas y me
salían hebras de plata en los cabellos. Únicamente una vez me dijo: “Tu cabello
rubio fue para mí, muchos años, un rayo de sol; ahora, con sus hebras de plata,
será mi rayo de luna. Es una luz más preferible para la clase de enamorados que
somos.”
“Cuando
componía música o, mejor, cuando improvisaba, sobre todo en el órgano, era
cuando volcaba su corazón y llegaba a las regiones de que provenía y en las que
él, y tal vez solo él, estaba como en su casa. Mucha de la magnífica música que
fluyó de él no la volverá a oír ningún oído humano; no salía de él más que una
vez, no la escribió nunca y se perdió para siempre, como él mismo, más tarde,
en la armonía del cielo. Solamente una reducida comunidad de vivientes le oyó
tocar esa música, y esas personas escuchaban, absortas, la variedad celestial
de voces que fluía de su alma y de sus manos; pero cuando tales seres dejen
este mundo, se habrá perdido hasta el recuerdo de esa música, y ese es un
motivo de gran tristeza para mí”.
"En
la mañana del lunes 31 de mayo de 1723 fue investido de sus facultades de
cantor de la Escuela de Santo Tomás y, con ese acto, empezó su larga y
fructífera vida en Leipzig. Tenía que hacer muchas cosas que no estaban a la
altura de su genio, como, por ejemplo, enseñar el latín a los alumnos de la
Escuela de Santo Tomás; pero todas estas contrariedades las olvidaba con la
alegría de volver a tener a su disposición un órgano poderoso. Apenas
llevábamos una hora en nuestra nueva casa y todavía faltaba por hacer hasta lo
más necesario para que durmiéramos aquella noche, cuando se me acercó
apresuradamente y me dijo: «¡Ven, Magdalena, te voy a enseñar el nuevo órgano!»
Yo no había estado antes en Leipzig, pues por causa de los niños pequeños no
podía moverme de Köthen, y corría por la casa, de arriba abajo, para ver cómo
podía instalarlos a todos lo más cómodamente posible, cuando mi buen marido
quiso llevarme a ver su órgano. Estaba segura —que el cielo me perdone este
pensamiento mundano— de no volver a mis trabajos caseros en mucho rato si se le
ocurría tocar algo en el nuevo instrumento. Por eso vacilé un instante; pero
él, impaciente, ya me había cogido de la mano: «¡Ven, ven; la iglesia está aquí
al lado!» No tuve más remedio que seguirle, y me senté en un banco junto a él;
inmediatamente hizo funcionar todos los registros y llenó el ambiente con su
música divina. Yo no pensaba ya en las camas sin hacer o en los muebles que
tenía revueltos por la casa.
¡Qué bien había de conocer con el tiempo aquella iglesia de Santo Tomás, y qué
cantidad de música sublime había de hacer allí su cantor! En realidad, en la
iglesia había dos órganos. Uno pequeño, encima del coro, muy viejo, puesto que
había sido construido en 1489, y el gran órgano en que estaba tocando
Sebastián, revisado y reparado dos años antes. Pero el más hermoso de los
órganos era el de la iglesia de la universidad, con sus doce registros en el
teclado inferior y catorce en el recitativo. En ese órgano prefería Sebastián
tocar cuando lo hacía para él o para sus alumnos y amigos. Era nuevo y había
sido acabado de montar mientras Sebastián estaba en Köthen. En aquella época le
habían invitado a que examinase el órgano y diese un informe sobre él, y así lo
hizo, sin sospechar que, más tarde, sus manos habían de pasar por sus teclados
con tanta frecuencia. En su informe había dicho que el manejo del órgano era
algo difícil, porque las teclas tenían una caída demasiado grande y los tubos
de las notas bajas sonaban con cierta dureza y no con el tono firme y rotundo
que a él le gustaba. Pero cuando él tocaba el órgano, no se notaba nada de eso.
Sabía ejecutar con tal habilidad y suavidad, aun en los instrumentos más
viejos, que parecía que los órganos correspondían a su cariño, a juzgar por la
facilidad con que daban todo lo que podían y, bajo sus manos maravillosas,
renovaban el encanto de su juventud y producían sus mejores y más dulces notas.
"
EN LA REALIDAD…
Anna tenía veinte años
cuando conoció a Johan Sebastian Bach, del que se enamoró de inmediato y
con el que se casó muy pronto, abandonando su carrera musical, para convertirse
en la segunda esposa del gran compositor, que, viudo para entonces, tenía a su
cargo cinco de los siete hijos del primer matrimonio con su prima María
Bárbara.
Anna Magdalena Wilcken,
había nacido en diciembre de 1701, pero es poco lo que sabemos de ella antes de
su matrimonio. Su padre era trompetista, y su abuelo organista, y es posible
que Anna conociera a los Bach cuando
actuaba junto a su padre, como soprano. Tendría alrededor de 20 años y era
reconocida su calidad como soprano, cuando fue contratada en Köthen –en el
pequeño principado de Anhalt-Cöthen–, donde también trabajaba Bach, que, por
entonces tenía 36 años y había pedido a su esposa, María Bárbara, el año
anterior.
Tuvieron trece hijos
entre 1723 y 1742, de los cuales siete murieron siendo muy pequeños. Entre los
que superaron la infancia, están los compositores Johann
Christian y Johann Christoph Friedrich.
Anna organizaba las
veladas musicales en las que participaban tanto el compositor, como sus hijos,
llegando estas a constituir un notable evento en la ciudad de Leipzig.
Parece probado que podamos
hablar de un matrimonio por amor, seguramente por ambas partes, en el que nada
supusieron para Anna ciertos factores, como la notable diferencia de edad entre
ambos –dieciséis años–; el hecho de que ella ya tuviera su propio trabajo, bien
remunerado, o la existencia de los hijos del anterior matrimonio del
compositor. El sucesivo nacimiento de trece hijos más y
los Cuadernos del compositor dedicados a Anna, muestran un excelente
entendimiento entre ellos.
En realidad, Bach dejó
cuatro Cuadernos, de los cuales, dos, los Notenbüchlein für Anna
Magdalena Bach, de 1722 y 1725 respectivamente, fueron dedicados a ella,
mientras que el titulado Clave-Büchlein de 1720 fue escrito para su
hijo Wilhelm Friedemann, y el Orgel-Büchlein, empezado hacia 1714, estaba
dirigido a un organista que empezaba su carrera.
Anna, con grandes
conocimientos musicales, parece ser que ayudaba a transcribir las obras de
Bach, y sus rasgos gráficos llegaron a ser tan similares a los del compositor,
que en ocasiones es difícil distinguirlos–, demuestra que en el terreno
artístico no existieron diferencias entre ellos, lo que hace que nos cause
cierta estupefacción el hecho de que los hijos del primer matrimonio, no sólo
no la aceptaron –aunque esto no se puede documentar–, pero sí, como veremos, la
abandonaron a su suerte, o, más bien, a su desgracia, en los momentos más
difíciles y tristes de su vida, lo cual sí está bien documentado.
Murió sola y
empobrecida, al cargo de varios hijos pequeños, sus hijos mayores la
abandonaron y ella intentó conservar hasta el final las partituras de Bach,
quedaron en manos de sus hijos, que las malvendieron e incluso las
falsificaron.
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